No obstante, unas por otras: durante ese tiempo de ocio en el que por mi mente pasa una caravana de sandeces inexpresables, surge de vez en cuando una idea que logro concretar y que me gustaría compartir en este espacio tan abandonado que llevo. Una cosa sí queda clara del ejercicio inconcluso (incomenzado) que propuse: la inspiración es dificil de forzar.
Lo más sencillo es planearlo – dijo Jaime- el problema surge cuando hay que ponerlo en marcha.
Más bien, - objetó Martín – lo fácil es hacer las cosas. Planear es bastante complicado.
Ambos se miraron y rieron esperando la opinión de Alicia. Pero a ella parecía no importarle: se encontraba al fondo de la cocina buscando algo en la nevera. Sacó la caja de leche, se sirvió un vaso y volvió a sentarse entre el par de amigos en el sofá. Jaime y Martín la miraron inquisitivamente pero ella no reaccionó, simplemente cerró los ojos y se recostó en el sofá con el vaso lleno en la mano.
Mejor les cuento un sueño – dijo, aún con los ojos cerrados. Jaime hizo un gesto de desaprobación y se recostó sobre su costado izquierdo, mirando hacia el centro, hacia Alicia.
Sabes que no me gustan tus sueños, siempre comienzan igual, con tanta energía, pero acaban más bien flojos – dijo Jaime pidiendo a Martín ayuda con los ojos – prefiero que sigamos planeando.
Prometo que este será diferente – contestó Alicia antes de que Martín pudiera decir cualquier cosa – Fue bastante extraño.
Espera – dijo Martín – ya no nos cuentes, se me hace aburrido saber desde el principio que es un sueño. Lo extraño se me hará normal y todo será un tris más aburrido. Hubiera preferido que nos dijeras que nos ibas a contar un cuento o algo así, pero ya qué.
Alicia abrió los ojos y miró directamente a Martín, Jaime sonreía detrás de ella agradeciendo la intervención de su amigo.
Sabía que dirías eso – dijo Alicia – así que les preparé un cuento también. ¿Entonces que prefieren el cuento al sueño? Bueno, ahí va, pero tengo que advertirles que por falta de imaginación robaré nuestros nombres para los personajes.
“Salimos los tres a eso de las cinco de la tarde, estaba a punto de llover. Recorrimos el parque hasta la avenida y tomamos un taxi que nos llevará a la casa de Laura, llegamos a eso de las seis. En el primer piso del edificio donde vive Laura había una tienda. Martín propuso que compráramos una botella de vino, por lo menos con corcho para que se viera elegante. Jaime se opuso fuertemente a la idea argumentando que tal vez Laura nunca hubiera sabido de un buen vino, para ella la operación consistía en tomar lo que fuera de un vaso hasta el mareo. La discusión se prolongó tanto que yo, Alicia, tuve tiempo de entrar a la tienda, comprar un vino de dudosa calidad y una caja de chicles; y de preguntarle al dueño de la tienda sobre la construcción del edificio: escaleras, presencia de ascensores y jardines internos, seguridad, entorno, etcétera. Todo con la naturalidad necesaria de una conversación casual, como si estuviera interesada en vivir ahí, para no levantar sospecha.
”Cuando volví ustedes dos seguían en su discusión, ya iba a la altura de qué tipo de muebles usaría Laura en su casa. Los interrumpí haciéndoles caer en cuenta que bastaba con subir y revisar para callar las dudas. Planeamos en una silla que estaba en el andén cómo habríamos de entrar: Martín y yo subiríamos juntos, naturalmente como pareja. Jaime subiría primero, 20 minutos antes que nosotros, y haría reconocimiento del lugar. Él debería llevar la cámara, entrar, saludar a todo el mundo y preguntarle a Laura por el baño. Allá, después de hacer un reconocimiento del apartamento, dejaría guardada la cámara en algún compartimiento del baño, con el rollo instalado y lista para funcionar.
”Naturalmente, a los veinte minutos de que Jaime subiera, Martín y yo golpeamos en el apartamento de Laura para descubrir, una vez adentro, que nada de nuestro plan había sido realizado: Jaime había llegado y se había estancado, apenas saludando, en una discusión con Pablo, el novio de Laura, sobre lo mal ubicado que se encontraba el sofá, donde ahora se encontraba sentado, respecto a las cortinas. Yo tuve que salvar toda la situación saludando a Jaime, ante su total desconcierto, con una alegría algo impostada agradeciéndole que me hubiera traído el bolso que llevaba colgado y que yo, supuestamente, había dejado en casa de él la noche anterior. Luego tuve que saludar a Laura algo apurada, entregarle el vino y pedirle el favor de que me indicara el baño con la excusa de que me tenía que retocar el maquillaje, que estaba perfecto. Laura, más preocupada por la combinación sofá-cortinas que había dado tanto de qué hablar a Pablo y a Jaime, miró el vino despreocupadamente y me indicó la ubicación del baño.
”Yo me calmé un poco y me dirigí lentamente por el zaguán, observándolo todo. El apartamento no era demasiado grande pero sí bastante ostentoso. La sala era amplia y contaba con una terracita, esto debido a que el apartemento estaba en el último piso, a la izquierda de la entrada estaba la cocina, toda blanca y aburrida. A la derecha, al lado de las escaleras que llevan a la terraza, se extendía el zaguán: tres cuartos tenían puerta hacia él, dos en los costados y uno al final, el baño estaba en la entrada de éste. Dentro del baño alisté la cámara y la guardé en un lugar fácil de sacar después de tomar una foto al azar para comprobar su funcionamiento, estaba todo bien.
”Salí y volví a la sala donde encontré a Martín hablando con Laura y a Jaime con Pedro, quien se veía cansado ya con la discusión. Me senté al lado de Jaime y le di a entender que ya todo estaba preparado, sólo era necesario que pasara la noche. Jaime cumplió a la perfección su papel: después de aburrir a Pablo, empezó a hablar con Laura tendidamente, al parecer la escogió a ella de entre todas las invitadas y ya nada se podía hacer. Martín se veía molesto por esto último: Pablo estaría pendiente de Laura toda la noche, lo cual haría nuestra tarea más difícil. Ante esto, Martín no tuvo más remedio que distraer a Pablo con algo de licor y yo quedé encargada de mantener su atención.
”La noche transcurrió sin mayor sobresalto y ya para la una de la mañana la gente se estaba yendo. Pablo se encontraba algo inconsciente sobre el sofá que, debo aceptar, no combinaba y estaba en el peor lugar que podría estar. Jaime seguía hablando con Laura, ambos se veían bastante borrachos pero yo tenía la seguridad de que él sabía fingirlo bastante bien. Después de que se fue el último invitado y de que Martín se cerciorara de que Pablo no interrumpiera, Martín y yo recogimos la cámara en el baño y entramos al cuarto de Laura, a donde Jaime se la había llevado minutos antes.
”Apenas abrimos la puerta, Laura reaccionó de forma violenta: la sorprendimos luchando con Jaime para quitarle la ropa. Se sorprendió ante nuestra presencia pero luego se empezó a reír bastante. Jaime se veía asustado y nos recriminó con la mirada la demora. Nos excusamos con una sonrisa y nos preparamos para proceder.
”El que había propuesto todo desde el principio fue Martín, así que él debía ser el artífice de la peor parte. Yo me encargaría de tomar las fotos, debido a que era mía la cámara, y Jaime estaba ahí ayudando, nunca estuvo de acuerdo o en contra del plan, aunque su simple presencia indicaba lo primero. Mientras Laura se reía sobre la cama, Martín cogió una almohada que se encontraba en el piso y tapo su boca violentamente, callando sus estruendosas carcajadas. Esto pareció calmar bastante a Jaime que, después de que la respiración de Laura se esfumara, organizó la cama con un sentido estético tan propio de él. Mi trabajo se limitó a tomar algunas fotos con la casi ineficiente ayuda de Jaime y Martín en iluminación y tareas varias. Al final, Martín organizó todo para que pareciera natural y los tres salimos del edificio; el sol empezaba a vislumbrarse al oriente.”
Y esa es la historia – termino Alicia - de cómo Martín, Jaime y Alicia tomaron fotos de un cadáver.
Alicia cerró los ojos otra vez y tomo un primer sorbo de leche. Martín y Jaime se miraron algo pensativos.
¡Sí ves Martín! - gritó Jaime emocionado repentinamente, tan fuerte que obligó a Alicia a abrir los ojos – Tenía razón, lo más fácil es planearlo. Ya me decía yo que Alicia se iba a pronunciar al respecto. Ahora viene lo difícil ¿cómo vamos a llevar a cabo tan buen plan de Alicia?
Alicia miró desconcertada a Jaime y luego, suplicante, a Martín. Este último estaba horrorizado, su mirada no se despegaba de un objeto sobre la mesa.
Te equivocas Jaime – dijo - para nosotros fue más fácil realizarlo, luego nos tuvimos que contar la historia como si fuera un plan.
El rostro de Jaime se desencajó ante la evidente realidad, Alicia cerró los ojos y tomó otro sorbo de leche. La cámara estaba sobre la mesa.